Guayaquil es la ciudad más grande de Ecuador. Su foco comercial, su colección más animada de gente y ajetreo, su puerto principal. Y no existe mejor lugar para experimentar todas estas realidades que su malecón, aquel mirador del poderoso Río Guayas que escolta, a ruedo de gigante, el tumulto de autos y multitudes de la gran ciudad.
Oficialmente, lleva el nombre de Malecón 2000, en referencia a un intenso proceso de restauración inaugurado en ese año, el cual crearía un espléndido paseo a las orillas de “la gran ría”. Desde un inicio, la obra fue visionaria en extremo y a partir de su construcción, marcó un hito de regeneración urbana que tendría repercusiones a través del país.
La rueda moscovita La Perla, vista desde uno de los jardines del malecón de Guayaquil.
El malecón más importante del país
El malecón antiguo, para quienes lo recuerdan, no era mucho más que aceras anchas con algunos árboles, bordeadas por un balconcito de cemento que marcaba el final de la ciudad. Cuando fuera concebido, allá por los años 1930, como el flamante Paseo de las Colonias Extranjeras, seguramente engalanaba la ría con frondoso primor, pero los años le fueron ingratos y sufrió, entre otras cosas, de la inseguridad y de la falta de mantenimiento. Aún así, era un emblema indiscutible del puerto, algo que llenaba a los guayaquileños de orgullo y ello hizo que las autoridades hicieran del ya marchito Malecón Simón Bolívar una obra de ambiciones sin precedentes, capaz de cambiar para siempre y completamente la experiencia urbana de sus ciudadanos.
Todo empieza desde el costado sur, sobre la Avenida José Joaquín de Olmedo, junto al exclusivo Club de la Unión, donde el Parque de la Integración y un Palacio de Cristal para eventos y seminarios, seguidos del moderno monumento a José Joaquín de Olmedo ofrecen un interesante abreboca de nueva construcción. Rápidamente cruzando la calle, a la izquierda en dirección norte, está el clásico mercado informal de Guayaquil, la célebre Bahía, hoy en día regularizado para que cada comerciante cuente con su quiosco propio. ¡Qué no hay aquí! Desde guayaberas hasta equipos de discoteca y por supuesto, mil y un negocios de CDs piratas… Del lado del Malecón, se llega a un centro comercial subterráneo con una oferta menos callejera y un buen patio de comidas conocido como el Mercado del Río, buena comida guayaquileña con la vista de la ría por todo el frente.
La imponente escultura de la Fragua de Vulcano recuerda a los conspiradores de la independencia guayaquileña.
Hacia el interior de la ciudad, a esta altura, puedes también dirigirte hacia la Plaza de las Iguanas, famosa, como dicta su apodo, por las iguanas que viven en el lugar. Están por todos lados y la gente se deleita con verlas, tomarles foto y analizar su dinámica. Aquí está ubicado el Unipark Hotel, una excelente propuesta de hospedaje.
Más malecón y más atractivos
El malecón cuenta con varios monumentos de interés, como el Reloj Morisco (o Torre del Reloj), legendariamente importado desde Inglaterra durante el mandato de Vicente Rocafuerte. Al otro lado de la avenida Simon Bolívar, están las impecables instalaciones del Municipio, con sus imponentes columnas y señorial fachada, y a un costado del mismo, una de las esculturas urbanas más memorables del país: La Fragua de Vulcano, que recuerda la gesta libertaria de Guayaquil y sus principales partícipes.
Más adelante, está la emblemática La Rotonda, el Monumento a Bolívar y San Martín, en el que este líder argentino y un gigante Bolívar (que en realidad era muy bajo en estatura) sellan con un apretón de manos la liberación del continente. El monumento es la postal indiscutible de la ciudad y, aún en las peores épocas de negligencia del antiguo malecón, era su más atesorado emblema.
Hasta aquí, pues, llegaba el famoso Paseo de las Colonias… Pero ello no sería excusa para que se detuviera el Malecón Simón Bolívar. Lo que sigue es en realidad un festival de tino urbano digno de sana envidia por parte de sus visitantes. Antiguos árboles fueron recuperados, mientras que otros fueron importados especialmente, colocados en macetas totémicas algunos, otros en jardines, otros en pleno hormigón; bancas de mármol, jardines llenos de coloridas plantas, parques para niños, fuentes victorianas, bustos de próceres, esculturas de jabalíes, lagunas artificiales iluminadas, paseos estilo japonés y el moderno Pabellón de los Donantes, en el que están inscritos los nombres del abrumante número de ciudadanos que ayudaron a financiar el proyecto.
Hacia el final del recorrido está el primer iMax del continente, el Museo de Antropología y Arte Contemporáneo (MAAC), uno de los museos más importantes del país, y el Centro Cultural Simón Bolívar… En tiempos recientes, se le ha añadido La Perla, una rueda moscovita desde la cual se puede ver el río y la ciudad en toda su gloria.
En Cerro Santa Ana, una escultura que recuerda los asedios piratas de los 1700s en Guayaquil.
Todo ello desemboca en las gradas que subirán a uno de los primeros sitios de asentamiento de la ciudad: el Cerro Santa Ana y su popular barrio de Las Peñas, también regenerado. Son 500 escalinatas para arriba hasta la vista incomparable de su famoso faro… Si continúas por abajo, sin subir a Las Peñas, llegas al tranquilo Puerto Santa Ana, donde podrás encontrar el Hotel Wyndham, a la vera del río, una moderna construcción donde predomina el vidrio y el reflejo de los alrededores y el poderoso río Guayas.
Hacia el interior de la ciudad, existe otro malecón. Muy recomendable para visitar, por cierto, con su Parque Lineal, Guayarte (un gran patio de comidas) y parque de atracciones: El Malecón del Salado. Entre los dos malecones, está el gran Parque Centenario, un lindo lugar donde descansar y ver pasar la gente. Y a poca distancia de aquí, el Hotel Oro Verde, que se convierte en un lugar ideal en pleno corazón de la ciudad donde hacer base.
Una ciudad verde
Guayaquil puede parecer excesivamente urbana. Calles anchas de varios carriles, veredas, edificios, autos, pasos de desnivel, ‘perimetrales’… pero en realidad tiene un corazón de selva. Su frondoso trópico se lo siente ya en el malecón, con bonitos jardines que incluyen árboles de mango, loros, además del gran río Guayas y, al frente, la isla verde de Santay. Puedes visitar Santay, caminar sobre un puente que atraviesa el río y conocer la comunidad. Existe la posibilidad de pasear en bote cerca de sus bosques y manglares, ver los cangrejos correteando las orillas, al igual que de aves como pericos y garcetas.
Otro lugar en plena ciudad que refleja la belleza natural de Guayaquil es el Parque Histórico. Aquí podrás conocer la fauna y flora que representa a la ciudad en un recorrido que incluye aves, tigrillos, monos y tapires, además de centros de interpretación que cuentan un poco de la historia de tanto la vida urbana como la vida rural en tiempos pasados. En el lugar está ubicado el precioso Hotel del Parque, un lujoso destino para quienes quieren hospedarse en Guayaquil con estilo. Su restaurante Casa Julián es uno de los hitos gastronómicos de la ciudad.
Visitando los manglares de Puerto Hondo, a las afueras de Guayaquil.
Pero hay más. En Manglares Churute, un importante sector de manglares al este de la ciudad, puedes pasear en bote y descubrir especies como el singular Canclón, ¡U na gran ave de río que tiene un cuerno en la cabeza! Cerro Blanco, por su parte, es un bosque tropical lleno de ceibos en la cordillera de Chongón. Aquí todavía viven monos aulladores, saínos y quizás jaguares, por ser una reserva importante que protege el hábitat de esta especie. Descubre sus muchos senderos de toda extensión. Finalmente, puedes visitar Puerto Hondo, una comunidad ubicada frente a frondosos manglares, lleno de aves como espátulas e íbises, que podrás ver temprano en la mañana en viajes en canoa.
Guayaquil es mucho más de lo que esperas y si no has estado en los últimos años, ¡Te sorprenderá lo mucho que ha cambiado!